martes, noviembre 15, 2005

Confesiones en la pista de baile



Bruno Marcos

Sin aviso previo aparece en la pantalla. Bajo unas medias negruzcamente traslúcidas un cuerpo se retuerce, avanza unos pasos hacia un lado y, luego, hacia el otro. Jóvenes con ropas anchas y viseras saltan por rincones de un ciudad un tanto estropeada, un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera. Algunos de los chicos -ágiles como un postmoderno corzo herido- trepan por fachadas, por esquinas; más tarde, desde un piso, se tiran al suelo y salen intactos.
No damos crédito, es Madonna. Cuando nosotros, los treintañeros, ya empezamos a acusar síntomas de esclerosis, cansados de ser jóvenes, va y sale ella -46 años-; como una anguila serpentea por la pantalla con un cuerpo que no es ni joven ni de 46 años.
Dice la prensa “Lleva más de veinte años reinventándose”; pero qué significa eso, “reinventarse” durante veinte años... “Inventar” sí sabemos lo que es pero, ¿”reinventar”?. Será algo así como un imposible pues lo que se inventa es, precisamente, aquello que no se ha inventado antes. Quizá se quiere decir que finge ser nueva siendo lo mismo. Podríase decir, entonces, que Madonna lleva veinte años copiándose a sí misma y disfrazando esta copia del vitalismo que tienen las cosas nuevas.
Lo cierto es que esta cotidiana falsificación del lenguaje es parte de toda la operación que no sólo persigue que hablemos con eslóganes sino que pensemos también con ellos. Madonna no nos ahorra la escabrosa sensación de recordar los 80,
todos los mitos de esa época parece que quieren perpetuarse hasta el rigor mortis[1], no porque amen su profesión -bailar, cantar o lo que sea que hacen-, sino por la fama. Dice la estrella: “no seré seguramente la que mejor baila del mundo ni la que mejor canta... ” como en un desbordante acto de cínica autorreflexión sobre lo enigmático de su éxito.
Resulta bastante cómico imaginarse a esos ejecutivos norteamericanos pensando duramente en cómo reinventar a Madonna. Se han complicado bastante las cosas a la vista de que la perdurabilidad de lo pasajero tiene, en otras estrellas pasajeras, fuerte competencia. Antes sólo necesitaba Madonna eslóganes como: “Holiday” , “Lucky star”, “Like a Virgin”, “Sex” o cosas así; “Confessions on a dance floor” y “Reinvention Tour” son pura retórica postestructuralista comparados con lo anterior.
Por si fuera poco dice que en este single rinde un homenaje a Abba utilizando el “Gimme Gimme Gime” como base para la canción. Tanta reinvención nos puede dejar exhaustos.

El disco sale a la venta este martes, pero dos tiendas, la FNAC en Madrid y Discos Castelló de Barcelona, abrirán sus puertas el lunes a las doce de la noche para que los más impacientes puedan adquirirlo antes que nadie, incluso desde este fin de semana se puede comprar en internet.

Ni Madonna ni los ejecutivos de su discográfica se dan cuenta de que su esfuerzo por prevalecer no les va a dar más mitificación sino una decadencia grotesca. Lo que, en su día, cosecharon fueron los réditos de una época de ansiedad donde todo nos daba igual y sólo esperábamos entrar en la fiesta a cualquier precio, donde quisiera que estuviera.


[1] A este respecto el videoclip Thriller de Michael Jackson sería una predicción de lo que nos esperaba con todos los componentes de esa generación que, presos de la legitimación del futuro en lo joven, como cualquier Dorian Gray, pretenden seguir bailando desmembrados, corruptos, después de muertos, hasta siempre.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

"Ágil como postmoderno corzo herido".te encuentras bien?

noviembre 16, 2005 2:22 p. m.  

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